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Este libro sagrado es la primera carta que Pablo, apóstol de Dios, y sus colaboradores escribieron a los creyentes que vivían en la ciudad de Tesalónica.
Antes de escribir este libro, Pablo y Silas habían predicado en Tesalónica. Cuando Dios bendijo su labor, muchos tesalonicenses dejaron de adorar a sus ídolos y pusieron su fe en el Dios que envió a su Mesías para salvar al mundo. Pero Pablo y Silas no pudieron permanecer en Tesalónica. Huyeron de noche porque gente malvada había incitado al pueblo contra ellos. Todo esto está relatado en el capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles.
Cuando Pablo y Silas llegaron a Atenas, les preocupaban los creyentes de Tesalónica, pues no estaban seguros de la fortaleza de su fe. Por eso, enviaron a Timoteo para averiguar qué pensaban y animarlos en su fe. Al regresar, Timoteo les informó a Pablo y Silas. El Espíritu Santo de Dios les dio instrucciones para los tesalonicenses y escribieron esta carta.
Este libro fue importante para los creyentes de Tesalónica, pues les brindó sabiduría y aliento, tal como lo es también para nosotros. Nos enseña que Dios nos ha llamado a vivir en pureza y a apartarnos de la impureza. También nos enseña que el trabajo es fundamental para el creyente. Debemos ganarnos la vida trabajando arduamente. Este libro, además, nos anima porque nos enseña que el Mesías Jesús, a quien Dios envió, regresará y llevará a quienes creen en él, estén vivos o muertos, para estar y permanecer eternamente con Dios.
Los creyentes de Tesalónica son un ejemplo para nosotros, porque, a pesar de la fuerte persecución, no perdieron la fe. Siempre confiaron en Dios. Que Dios fortalezca nuestra fe; que nos ayude a perseverar en su camino recto. Que Dios nos guarde de la impureza para que no seamos avergonzados el día en que el Señor regrese. Amén.