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Desde la creación del mundo, Dios ha estado enseñando sus leyes a los seres humanos. Grandes profetas oyeron la voz de Dios y transmitieron su palabra a otros pueblos. Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, David, Salomón, Isaías y Esdras fueron hombres honorables a quienes Dios usó para dar a conocer sus leyes y escribirlas en un libro sagrado. Finalmente, Dios entregó su palabra a Jesús, el Mesías, a quien envió a todo el mundo.
Jesús descendía del pueblo hebreo, al igual que todos los profetas que lo precedieron. Jesús cumplió fielmente todas las leyes según el mandato de Dios. Pero Dios también le dio una nueva enseñanza que el pueblo hebreo desconocía. Esta enseñanza no contradice las leyes que Dios había enseñado previamente, sino que las complementa.
Hace mucho tiempo, Dios hizo un pacto con la humanidad. Sin embargo, un solo pecado podía romper ese pacto y llevar a la humanidad a la ruina o la perdición (esto es menos conocido). Cuando Jesús vino al mundo, Dios hizo un nuevo pacto con la humanidad, un pacto que puede borrar los pecados y salvar a la raza humana.
Hace mucho tiempo, Dios eligió sacerdotes como intermediarios para interceder por los seres humanos. Pero como también eran humanos, pecaron como todos y murieron, y en realidad no resultaron ser los intermediarios ideales. Cuando Jesús vino al mundo, Dios lo puso como intermediario entre él y la humanidad. Jesús se convirtió en un regalo para el mundo entero. Jesús no tenía pecado. La muerte no pudo retenerlo. De hecho, Dios lo exaltó a su diestra para ejercer autoridad sobre el mundo.
Hace mucho tiempo, Dios ordenó que la gente ofreciera sacrificios de animales como expiación por sus pecados. Esto les brindaba cierto consuelo, pero no les otorgaba el perdón completo. Cuando Jesús vino al mundo, se ofreció a sí mismo como sacrificio por toda la humanidad. De esta manera, los pecados de la humanidad fueron perdonados y recibieron la salvación eterna.
Todo esto demuestra que Dios envió a Jesús para cumplir sus leyes y ser la salvación de toda la humanidad. ¡Esta es una buena noticia! Que Dios haga llegar esta noticia a nuestros corazones, para que comprendamos que esta es nuestra salvación. Amén.
